Fernanda Brollo es investigadora visitante en el Departamento de Investigación del Banco Interamericano de Desarrollo (BID).
Varios estudios indican que las mujeres políticas son más honestas que sus homólogos masculinos. Pero Ugo Troiano y yo pudimos demostrar el fenómeno con evidencia convincente en un estudio publicado que compara alcaldes y alcaldesas en Brasil.
Observamos que no solo era menos probable que las alcaldesas incurrieran en prácticas de clientelismo y en irregularidades administrativas, como contratos basados en estrategia electoral. Sino que además ellas fueron mejores a la hora de proporcionar bienes públicos a sus electores y, al mismo tiempo, era menos probable que fueran reelegidas.
Analizamos 723 elecciones municipales en Brasil en donde una mujer se enfrentó a un hombre en contiendas por la alcaldía durante 2001-2004 y 2005-2008, y nos centramos particularmente en cerca de 400 elecciones en las que las contiendas estuvieron muy estrechas. Esto se hizo en municipios con características similares, en donde podía ganar un hombre o una mujer y donde podíamos percibir los efectos de tener una alcaldesa mujer versus un alcalde hombre.
Es 29%-35% menos probable que las alcaldesas sean corruptas
Observamos que era notablemente menos probable que las alcaldesas participaran en prácticas cuestionables.
Los alcaldes que buscan ser reelegidos en Brasil, por ejemplo, suelen contratar a muchos trabajadores temporales. Se trata de que dichos trabajadores voten para reelegir al alcalde, dado que su trabajo depende de ello. Pero en nuestro estudio, observamos que las alcaldesas contrataron entre un 10% y un 13% menos trabajadores temporales durante un año electoral que sus homólogos masculinos.
También es menos probable que las alcaldesas incurran en irregularidades, incluyendo prácticas ilegales de contratación, que podrían ser usadas por los políticos para adjudicar contratos a empresas a cambio de aportes para sus campañas. De hecho, analizando auditorías federales, descubrimos que los municipios gobernados por alcaldesas tenían entre un 29% y un 35% menos probabilidades de incurrir en conductas corruptas.
A la vez, las alcaldesas consiguieron mejores resultados que sus homólogos masculinos. En un sistema en que la asignación de recursos es descentralizada en gran medida, los municipios gobernados por alcaldesas lograron ligeramente mejores resultados de salud al lograr que las mujeres asistieran a controles prenatales y tuvieran partos naturales (no prematuros).
Cabe destacar que, a diferencia de sus homólogos masculinos, las alcaldesas lograron atraer un 60% más en transferencias del gobierno federal para inversión de capital de todo tipo – esto es significativo en un país en el que las transferencias federales conforman cerca de dos tercios del presupuesto municipal.
Lo que está claro es que nuestro estudio sigue la línea de otros estudios de todo el mundo que indican, por un lado, que es menos probable que las mujeres políticas participen en corrupción y, por otro lado, que ellas realizan un mejor trabajo a la hora de proporcionar bienes públicos que sus homólogos masculinos. Tal vez lo mejor sea dejar que psicólogos, sociólogos y otros intérpretes de la cultura y el género expliquen este notable hecho. Pero el fenómeno parece real.
Varios estudios indican que las mujeres políticas son más honestas que sus homólogos masculinos. Pero Ugo Troiano y yo pudimos demostrar el fenómeno con evidencia convincente en un estudio publicado que compara alcaldes y alcaldesas en Brasil.
Observamos que no solo era menos probable que las alcaldesas incurrieran en prácticas de clientelismo y en irregularidades administrativas, como contratos basados en estrategia electoral. Sino que además ellas fueron mejores a la hora de proporcionar bienes públicos a sus electores y, al mismo tiempo, era menos probable que fueran reelegidas.
Analizamos 723 elecciones municipales en Brasil en donde una mujer se enfrentó a un hombre en contiendas por la alcaldía durante 2001-2004 y 2005-2008, y nos centramos particularmente en cerca de 400 elecciones en las que las contiendas estuvieron muy estrechas. Esto se hizo en municipios con características similares, en donde podía ganar un hombre o una mujer y donde podíamos percibir los efectos de tener una alcaldesa mujer versus un alcalde hombre.
Es 29%-35% menos probable que las alcaldesas sean corruptas
Observamos que era notablemente menos probable que las alcaldesas participaran en prácticas cuestionables.
Los alcaldes que buscan ser reelegidos en Brasil, por ejemplo, suelen contratar a muchos trabajadores temporales. Se trata de que dichos trabajadores voten para reelegir al alcalde, dado que su trabajo depende de ello. Pero en nuestro estudio, observamos que las alcaldesas contrataron entre un 10% y un 13% menos trabajadores temporales durante un año electoral que sus homólogos masculinos.
También es menos probable que las alcaldesas incurran en irregularidades, incluyendo prácticas ilegales de contratación, que podrían ser usadas por los políticos para adjudicar contratos a empresas a cambio de aportes para sus campañas. De hecho, analizando auditorías federales, descubrimos que los municipios gobernados por alcaldesas tenían entre un 29% y un 35% menos probabilidades de incurrir en conductas corruptas.
A la vez, las alcaldesas consiguieron mejores resultados que sus homólogos masculinos. En un sistema en que la asignación de recursos es descentralizada en gran medida, los municipios gobernados por alcaldesas lograron ligeramente mejores resultados de salud al lograr que las mujeres asistieran a controles prenatales y tuvieran partos naturales (no prematuros).
Cabe destacar que, a diferencia de sus homólogos masculinos, las alcaldesas lograron atraer un 60% más en transferencias del gobierno federal para inversión de capital de todo tipo – esto es significativo en un país en el que las transferencias federales conforman cerca de dos tercios del presupuesto municipal.
Lo que está claro es que nuestro estudio sigue la línea de otros estudios de todo el mundo que indican, por un lado, que es menos probable que las mujeres políticas participen en corrupción y, por otro lado, que ellas realizan un mejor trabajo a la hora de proporcionar bienes públicos que sus homólogos masculinos. Tal vez lo mejor sea dejar que psicólogos, sociólogos y otros intérpretes de la cultura y el género expliquen este notable hecho. Pero el fenómeno parece real.
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