La Policía Nacional, a través de la Dirección Central de Investigación (DICRIM), apresó en flagrante delito a un hombre acusado de ultimar a otro de nacionalidad haitiana, aún en proceso de identificación, y de herir a una mujer, durante un incidente ocurrido en un minibús de transporte público.
Se trata de Luiyi Carrasco Ramos, de 34 años, residente en el ensanche Isabelita, Santo Domingo Este.
De acuerdo con el informe preliminar, el hecho se registró alrededor de las 3:30 de la tarde del miércoles 13 de agosto, cuando el detenido sostuvo una fuerte discusión con el hoy occiso por la disputa de un asiento en un vehículo de la ruta 01 del Corredor 27 de Febrero, marca Mitsubishi, modelo Fuso, año 2016, color azul, que transitaba por la calle 25 esquina Las Américas, sector Villa Duarte.
De acuerdo con el testimonio del conductor, durante la discusión el detenido realizó cuatro disparos con una pistola marca Browning, calibre 9mm, serie 245PP55408, la cual portaba de manera legal, impactando mortalmente al hombre de tez negra, de entre 25 y 30 años, y causando heridas a una ciudadana, de 29 años.
Tras el hecho, el conductor cerró las puertas del minibús para impedir la fuga del agresor hasta la llegada de las unidades policiales, que procedieron a su detención y al decomiso del arma utilizada. En el lugar, la Policía Científica colectó cuatro casquillos calibre 9mm cómo evidencia.
El detenido y las evidencias serán puestos a disposición del Ministerio Público para los fines legales correspondientes.
Quien no tolere compartir asiento en el transporte público, que mejor camine, pague un taxi o ahorre para comprar un vehículo. Negar el derecho de otro a ocupar un espacio público es un acto de soberbia que, como en este caso, terminó en tragedia: un hombre mató a un joven haitiano y baleó a una mujer solo porque no quería que él se sentara a su lado.
Ahora, el asesino enfrenta la cárcel, perdió su libertad y el permiso para portar el arma que lo hacía sentir con poder de decidir quién vive o muere. La soberbia siempre se vuelve contra uno mismo.
Si hubiera tenido paciencia, habría esperado que el joven llegara a su parada y quizá nunca más se habrían cruzado en la vida. Destruir a otro es destruirnos también a nosotros. Amar al prójimo como a nosotros mismos no es solo un mandato moral, es la forma más sabia de proteger nuestra propia libertad.
Att : Frank Sánchez de Miradorweb.
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