Por Miradorweb
En un país donde la inseguridad es una preocupación constante, cada nuevo caso de atraco genera alarma. Pero hay hechos que, más allá del impacto inicial, despiertan sospechas por la forma tan poco común en que se desarrollan. Tal es el caso de un reciente asalto ocurrido en un negocio de banca de loterías, donde la supuesta víctima mostró una actitud tan serena y cooperativa, que obliga a mirar más allá de lo evidente.
En las imágenes captadas por cámaras de seguridad —como ya se ha hecho viral— se observa a una mujer entrar al local sin levantar mayor sospecha. Lo extraño comienza cuando la banquera, sin que nadie le pida una jugada o le formule palabra alguna, se pone a digitar en la computadora como si supiera lo que viene o intentara simular normalidad.
Lo siguiente es aún más desconcertante: la supuesta atracadora, con un destornillador en mano, accede al área interna sin violentar nada, no agrede, no grita. Simplemente pide el dinero. Y lo más insólito: la banquera no solo se lo entrega sin resistencia, sino que incluso le alcanza unas papeletas que la atracadora no había visto, diciéndole: “toma”.
¿Quién ayuda a su propia asaltante? ¿Quién, en medio de un supuesto acto de amenaza, tiene la frialdad de colaborar con una delincuente para que no se le quede nada?
Más allá del acto mismo, lo preocupante es lo que sugiere: ¿estamos ante un robo simulado?, ¿es esta una nueva modalidad para encubrir desfalcos internos?, ¿o acaso estamos viendo a una víctima bajo algún tipo de coacción previa que la obligó a actuar así?
Sea cual sea la verdad, lo cierto es que hechos como este erosionan la credibilidad de las denuncias, confunden a la ciudadanía y entorpecen el trabajo de las autoridades.
El país necesita justicia, sí, pero también necesita transparencia en los relatos. Porque cuando un atraco no parece atraco, lo que realmente se está robando es la confianza.
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