El prospecto Roderick Arias, quien se llevó el bono más alto de la recien temporada de firmas de talentos, con 4.0 millones de dólares, aparece junto a sus padres
PEDRO G. BRICEÑO@listin
Villa España, San Pedro de Macorís
En una de esas etapas de la vida, Henry Arias laboraba en una banca de lotería y justo al abrir el establecimiento junto a él estaba de la mano su entonces pequeño vástago Roderick, quien permanecía extensas horas entre observarlo trabajar y jugar alrededor del negocio.
Era época de ciertas carencias para los Arias-Germán, quienes para entonces ni se imaginaban que Dios les tendría guardado un gran premio, al que solo debían esforzarse a desarrollar a su hijo, quien era dueño de una especie de talento innato para el béisbol.
Por unos cuatro años, Henry se dedicaba a vender números y su hijo, quien aún no estaba en el colegio cuando no lo estaba observando, se entretenía alrededor del mismo aparando o bateando con una pelota.
Su padre sabía del sacrificio y esfuerzo que debían realizar para echar hacia adelante a su hijo, primero en la Liga Estrellas de los Frailes en que jugaba en la barriada y luego cuando contando con 11 años lo llevaron hacia esta localidad en San Pedro de Macorís para explorar en la Paulino Baseball Academy.
Para Henry, primero y el propio Roderick no importó la distancia de unos 100 kilómetros que separan a los Frailes de la llamada Sultana del Este, pues ambos se sintieron encantados con el sistema de trabajo que imperaba en la Academia.
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